En los últimos años, para reducir nuestro gasto energético, hemos mejorado mucho el aislamiento de hogares y edificios. Las ventanas con acristalamiento doble, por ejemplo, ayudan a conservar el calor del recinto y a aumentar la eficiencia energética.
Sin embargo, esto también dificulta la renovación del aire, lo que, a su vez, aumenta los niveles de dióxido de carbono en el recinto.